Había una vez una pequeña comunidad de animales que vivía en un bosque frondoso y tranquilo. Entre ellos, se encontraba una liebre muy entrometida e indiscreta, a quien le encantaba estar al tanto de todo lo que sucedía en el bosque. La liebre tenía la costumbre de hablar con todos los animales y de compartir los decires que escuchaba, sin importar si eran verdaderos o confidencias que no debía compartir.
Un día, la liebre indiscreta escuchó una conversación entre dos pájaros que hablaban sobre un nido secreto que se encontraba en lo más profundo del bosque. Los pájaros decían que en ese nido había huevos de oro, y que sólo los pájaros más sabios sabían cómo llegar a él.
La liebre entrometida, decidió ir a buscar el nido para poder ver los huevos de oro con sus propios ojos. Pero antes de partir, recordó una enseñanza que le había dado su abuela: "Lo que se oye aquí no se cuenta allá, y lo que se escucha allá no se cuenta aquí". La liebre entendió que lo que escuchaba no debía ser comentado a otros, y que era importante guardar reserva de lo que pudiera oír.
La liebre emprendió su camino hacia el nido secreto, pero en el camino se encontró con muchos animales que le preguntaban a dónde iba. La liebre, a pesar de meterse donde no le correspondía, recordando la enseñanza, les decía que estaba dando un paseo y que no tenía ningún destino en particular.
Finalmente, la liebre llegó al nido secreto y vio los huevos de oro con sus propios ojos. Pero cuando regresó a la comunidad, los demás animales notaron su comportamiento extraño y le preguntaron qué había pasado. La liebre, recordando la enseñanza de su abuela, decidió no contarles el secreto que había oido.
Los demás animales no entendieron por qué la liebre no quería compartir lo que había escuchado y empezaron a sospechar que algo no estaba bien. Pero poco a poco, la liebre fue ganando la confianza de los demás animales al demostrar su discreción y respeto a las comunicaciones ajenas.
Con el tiempo, la liebre se convirtió en uno de los animales más respetados de la comunidad. Así, los demás animales aprendieron la importancia de la discreción y el respeto a las comunicaciones privadas, y entendieron que callar de los asuntos ajenos era discreción, hábito necesario para mantener el orden y la armonía en todo lugar.
Esta enseñanza es especialmente relevante en nuestra era de la información y las redes sociales, donde a menudo se comparte información sin tener en cuenta sus implicaciones y consecuencias. La discreción y el respeto son valores que deberíamos cultivar y practicar en nuestras comunicaciones.
En resumen, la enseñanza de esta fábula es que es importante saber cuándo callar y guardar reserva de los asuntos ajenos para no crear desavenencias en las relaciones interpersonales, y que la discreción y el respeto son valores fundamentales en cualquier comunidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario